Tal vez más que cualquier otra ciencia social, el derecho se vale de la palabra como herramienta para su desarrollo. Para algunos, como ciencia que es, exige una calibrada precisión en sus términos; fundamento y presupuesto de la seguridad jurídica. En el otro extremo, están los que directamente inventan derecho con palabras; una partenogénesis conceptual y a veces hasta institucional, un desafío al principio nihil nuovo sub sole, que la más de las veces desconcierta (salvo al leguleyo, claro, muy cómodo entre sus oscuros términos).
Hay pocas veces, sin embargo, en que esas creaciones lingüísticas, lejos de forzados rebusques son aciertos. Y aciertos mayúsculos. Es el caso del [...]