“Si como dice el Griego en el Cratilo, el nombre es arquetipo de la cosa…” (Borges); más allá de que estemos o no de acuerdo con el nominalismo, difícil es negar que el acto de darle un nombre a las cosas tiene una potencia inusitada; tanta, que un buen o mal nombre sellan muchas veces su destino. Tarea ingrata para los que consideran que el contenido es más importante que el continente, quiénes pierden de vista que muchas veces sus esfuerzos creativos se degradan ante una acepción inadecuada o perezosa.
Parece ser el caso del concepto “extinción de dominio”; presta a la confusión denominación tan extravagante para referir a algo tan simple y concreto: una herramienta poderosa [...]