La historia la escriben los vencedores. Poco o nada nos llegó de los grandes derrotados en el pensamiento de la vieja Grecia, los sofistas. Fue en manos de Platón, que literalmente se hizo un banquete, y con sus propias armas (el discurso) los condenó al ostracismo de las ideas. Gran triunfo pero también gran pérdida.
Aún así, se puede decir, sin temor a equivocarse, que el siglo XXI es de esta escuela: la tecnología ha creado un nuevo punto de vista, aquel de una dimensión etérea signada por conversaciones con terceros invisibles, que están lejos pero más cerca de quiénes están cerca, ausentes pero más presentes de quiénes están presentes. Y esa es, ni más ni menos, la perspectiva que proponían los sofistas, la de las sombras y los reflejos.
Lamentablemente poco sabemos del sofismo (en el acertado sentido del término), salvo algunas opiniones tergiversadas. Uno de ellos, Gorgias, se destacó por una idea central que paradojicamente no tiene traducción al castellano: el kairós. Refiere al “buen momento”, al “momento oportuno”, a la “ocasión favorable”. Es lo que en inglés se denomina el timing. Gorgias puso el centro de gravedad de su filosofía en esta idea. Y lo bien que hizo: se trataba, para él, de intervenir en el buen momento, de saber esperar tanto tiempo como haga falta para intervenir en el tiempo oportuno, de captar la ocasión favorable, de ser el hombre del kairós. Eso era la justicia y la sabiduría: intervenir en el momento oportuno.
Los abogados somos descendientes de los sofistas. A fin de cuentas nos valemos de los argumentos y las interpretaciones para defender a quiénes representamos y defendemos. Vale la pena recordar, entonces, a este gran pensador de la antigüedad que fue Gorgias, y no perder de vista que no es solo fortuna ni preparación (Machiaveli), sino el kairós lo que generalmente define el destino de nuestros actos.