Como en la antigua Roma, donde solo podían ser senadores los miembros de determinadas familias patricias, todavía existen en nuestro ordenamiento, disposiciones que regulan privilegios para acceder a la función pública por razones de parentesco.
Normas de sesgo feudal que sobrevivieron el paso del tiempo y generan una “sospecha” de discriminación: Nuestra Nación no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento. No hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza.
La idoneidad (única condición para acceder a los cargos públicos) no es un gen que se hereda. En un dictamen vinculado al Estatuto para el Personal del BCRA, la Procuración del Tesoro opinó que el [...]