El ritmo de la historia se define por ciclos de continuidades y tiempos de ruptura que los interrumpen, puntos de quiebre que definen el nacimiento de nuevos períodos, generalmente vinculados a cambios generacionales. La Argentina está en pleno proceso de interrupción de un ciclo que como gran logro exhibe la consolidación paulatina del sistema democrático, y como gran deuda la debilidad institucional de un sistema que aún conserva vicios, malos hábitos y arcaísmos regresivos.
Decía Gramsci que cuando estamos ante un mundo que no termina de morir y un mundo que no termina de nacer, se desarrollan todo tipo de síntomas morbosos. Es un momento de amanecer y de ocaso, con la [...]